China y los retos actuales de la gestión del agua | Demian Castro
Traducción de Paloma dos Santos Schlemper publicada en deciembre de 2023 | Texto original en portugués

El desarrollo de China en las últimas décadas ha situado al país en un lugar destacado de la economía mundial. Presentando altas tasas de crecimiento sostenido durante varios años, China alcanzó en 2010 el segundo puesto entre las mayores economías del mundo, al considerarse el Producto Interior Bruto (PIB), lugar en el que se ha mantenido desde entonces.

Esto implicó un amplio desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, así como un rápido desarrollo urbano. Este crecimiento se ha reflejado en un consumo cada vez mayor de recursos. En este contexto, el agua aparece como un factor estratégico para la economía y también para la población.

La escasez de agua es un problema mundial. Según un informe de Naciones Unidas, en 2020 el 46% de la población mundial seguía sin acceso a un saneamiento adecuado, mientras 2,2 mil millones de personas no beben agua de fuentes seguras.
La gestión de este recurso es un factor prioritario en ese contexto. Según el artículo recientemente publicado «Economia Política da água na China e no Brasil», del que Castro es coautor, los recursos hídricos tienden a disputarse cada vez más como un recurso natural de gran valor comercial, al igual que el petróleo. El estudio analiza los modelos y retos para la gestión de este preciado recurso en China y Brasil.

Hablamos de esta y otras cuestiones con uno de los coautores del estudio, el economista y profesor del Departamento de Economía y del Programa de Posgrado en Políticas Públicas de la UFPR, Demian Castro.

Al frente del Centro de Estudios Brasil-China, Castro se centra desde 2013 en el estudio de aspectos geopolíticos y sociales relacionados con el país asiático. Foto: Marcos Solivan/Sucom-UFPR

Coordinador del Centro de Estudios Brasil-China, Castro se centra desde 2013 en los aspectos llamativos del ascenso del país asiático al escenario de las grandes potencias y su relación con Brasil. También estudia los aspectos geopolíticos de la relación China-Estados Unidos, la economía china, el Estado chino y su sistema de seguridad social, como también aspectos de la cultura china, como la literatura y la filosofía.

¿Cuáles son las principales conclusiones a las que han llegado en el estudio sobre la gestión del agua en China y Brasil? ¿Qué significa pensar la economía política del agua?

Brasil y China se enfrentan actualmente a problemas relacionados con el suministro de agua por diferentes vías. En el caso de Brasil, ciudades como São Paulo y Curitiba, por citar solo dos ejemplos, han tenido que adoptar severas medidas de racionamiento debido a largos periodos de sequía y al casi agotamiento de sus respectivos embalses.Este problema coexiste con carencias crónicas en materia de saneamiento básico, polución y contaminación y, no menos importante, un acceso sumamente desigual de la población a estos servicios. A pesar de ser considerado un país con excedentes de recursos hídricos, los acontecimientos de los últimos años han revelado una preocupante paradoja de “abundancia y escasez”, todo ello agravado por elocuentes signos del cambio climático.

En el caso de China, la disponibilidad de recursos hídricos está desigualmente repartida en su territorio de más de nueve millones de kilómetros cuadrados, casi la mitad de los cuales carece o está mal servido, obligando a trabajos de transposición desde tiempos inmemoriales. Como se cita en el artículo, actualmente hay tres puntos en el río Yangtsé desde los que se han construido canales de más de mil kilómetros de longitud que llevan agua a las regiones necesitadas. Los profundos cambios productivos, las altas tasas de crecimiento y la urbanización acelerada han hecho aún más dramático el problema de la disponibilidad de agua.

En este escenario de tensiones provocadas por el éxito económico, cabe señalar el grave problema de la contaminación del agua por metales pesados. Esta escasez estructural explica gran parte de la estrategia exterior china, guiada por la búsqueda de fuentes de recursos naturales y materias primas. En resumen, dos gigantes para los que la soberanía y la gestión de los recursos naturales, como el agua, son cuestiones estratégicas que van más allá de meros cálculos financieros o de falsas opciones «público-privadas». Desde la perspectiva de la geopolítica internacional, con un cambio climático acelerado y fuerzas productivas autónomas, el agua (como el petróleo) obliga a pensar en una economía política.

Quizá no estemos demasiado lejos de una época de encarnizadas disputas entre grandes potencias por el acceso a los recursos hídricos.

¿Cuáles son los retos a los que se enfrenta China con relación al agua y cómo se ha abordado esta cuestión en el país?

China comprende estratégicamente la necesidad de cambiar su patrón de acumulación hacia áreas de mayor contenido tecnológico de cara a la construcción de una “civilización ecológica”. Equilibrar los cambios estructurales, el crecimiento económico, la urbanización y la formación de mega metrópolis, el aumento del todavía increíblemente bajo poder adquisitivo de su enorme población, requiere altas formas de planificación y condiciones para la resolución de conflictos. En este contexto, el agua es un bien necesariamente vinculado a las funciones del Estado, y su carencia o mala calidad tiene el poder de implosionar el tejido social. Por este motivo, la gestión del agua ha sido acompañada de una gran capacidad para realizar inversiones y construir un complejo tejido institucional capaz de elaborar y ejecutar políticas públicas.

¿Y en lo que se refiere a Brasil?

Brasil cuenta con un marco institucional razonablemente desarrollado, sobre todo desde la Constitución de 1988, para la gestión democrática de sus recursos hídricos, capaz de acoger activamente las demandas de la sociedad civil. Por otro lado, a lo largo de los años se ha ido perdiendo la capacidad de planificar y realizar inversiones en infraestructura, y cada vez más se ha optado por el «parte por el todo», creyendo que los acuerdos financieros «público-privados», las «asociaciones», «más mercado», etc., se encargarían de las cuestiones estratégicas. La falta de visión estratégica de los recursos naturales y energéticos por parte del Gobierno Federal y de gran parte de los estados y municipios ciertamente no nos acercan a una buena navegación en el siglo XXI.

China invierte mucho en el sector del agua, sobre todo en obras de transposición y presas, ¿es este modelo sostenible a largo plazo? ¿No llegará un momento en que haya que pensarse en una perspectiva de ahorro de agua y en un modelo más sostenible desde el punto de vista ecológico? ¿Qué opina al respecto?

No es sencillo proyectar en el tiempo la capacidad de China para hacer frente a los problemas económicos, sociales y medioambientales, sobre todo teniendo en cuenta que el escenario internacional se encuentra en una fase de extrema tensión, que ciertamente tiende a limitar las opciones exteriores de cualquier país que desafíe a las potencias constituidas. No hay certeza sobre la capacidad de superar el estrangulamiento estructural del sector del agua, pero su sistema de planificación y su capacidad de financiación la sitúan en condiciones de evitar los peores escenarios.

En el artículo, ustedes señalan una importante diferencia entre la gestión del agua en Brasil y China, ya que Brasil adopta medidas formalmente democráticas mientras China se mantiene centrada en el Estado. ¿Cuáles son las repercusiones de esta diferencia y qué podría adoptarse, en su opinión, para mejorar la gestión del agua en ambos modelos?

En principio, el carácter «democrático» del arreglo regulatorio del sector hídrico no se ha traducido en una resolución efectiva de los problemas en Brasil. El punto central es entender el problema hídrico como una cuestión estratégica del Estado, responsable de la ineludible función de planificación y financiación. Más allá de la cuestión occidental de la deficiencia democrática de China, este país demuestra que teniendo un proyecto nacional es posible construir el futuro.

El desarrollo de la economía china que hemos observado en las últimas décadas parece ser incomparable, podría comentar a partir de sus estudios, ¿ cuáles han sido los principales puntos para llegar a estos cambios?
China es un país territorial y demográficamente inmenso, con más de 9 millones de kilómetros cuadrados y también más de 1,3 mil millones de habitantes. Estas muchas experiencias vienen de larga fecha, tienen entre cuatro y cinco mil años, y en el siglo XX, en 1949, tuvo una revolución victoriosa que llevó a cabo una reforma agraria definitiva, en el sentido de la expropiación de la oligarquía agraria y, fundamentalmente, «resolvió» la cuestión nacional, permitiendo a este enorme barco hacer frente a las presiones de las grandes potencias y, entre 1980 y la actualidad, llevar a cabo un proceso de desarrollo de sus fuerzas productivas hasta alcanzar la cima del desarrollo industrial, como parte de un «proyecto nacional» a largo plazo.

Las reformas impulsadas por el Estado fueron cruciales para “sembrar” la acumulación de capital en escalas sin precedentes. Partieron de una lectura inteligente del escenario internacional que se abrió a partir de la llamada era Reagan. China aprovechó la reemplazamiento mundial de la industria hacia Asia (Japón y los tigres asiáticos). La apertura de su extenso litoral al capital extranjero a través de zonas especiales de exportación, la creación de un hábitat para las empresas multinacionales se acompañó de una fuerte presencia reguladora y productiva del Estado.

La estrategia dirigida por el Estado, con una fuerte presencia de empresas estatales y un sistema de crédito totalmente público, privilegió las inversiones productivas en infraestructuras, capital y bienes de consumo, manteniendo su balanza de pagos cerrada a los flujos internacionales de capital especulativo. Su proyecto nacional transformó a China en el epicentro de la acumulación productiva mundial.

¿Qué papel desempeña el Estado chino en estos resultados de la economía?

Sin duda, central. El proceso revolucionario chino, iniciado en 1949, permitió la construcción de un Estado fuerte bajo el Partido Comunista. Con el pleno dominio de las funciones financieras y crediticias, y un sólido conjunto de empresas estatales, este complejo arco de actividades se llevó a cabo y se configuró mediante la planificación estatal.

¿Cuáles son las características que diferencian a la economía china en comparación con las potencias occidentales y con respecto a los países que no consiguen romper el ciclo del subdesarrollo?

La experiencia china refuta, en el fondo, las ilusiones construidas por el neoliberalismo. Su éxito, en términos de desarrollo industrial, urbanización y reducción de la pobreza, no lo ha logrado ningún país desde los años setenta. A diferencia de Japón, sometido a un estancamiento, las posibilidades de crecimiento son muy vastas gracias a su amplio y profundo mercado interior. Una política industrial activa, el control de los instrumentos de crédito y un gran número de empresas estatales en sectores clave de la competencia nacional e internacional son algunos de los principales factores que cabe mencionar.

Muchos han atribuido el éxito chino a la mano de obra barata. ¿Podría comentar esta afirmativa?¿Se trata de un mito?

Esta es una verdad parcial sobre un periodo que ya ha pasado. De hecho, en los años ochenta, uno de los grandes motivadores para atraer empresas extranjeras eran los bajos costes laborales, era la era de la fabricación 1,99. Pero China no se detuvo ahí, su estrategia fue desplazar el péndulo de la acumulación hacia sectores de mayor contenido tecnológico, un examen de la composición de las exportaciones chinas muestra que, de hecho, están cada vez más dominadas por sectores de mayor contenido tecnológico. Sin embargo, la industria todavía representa una parte importante del empleo. De todos modos, los salarios reales han aumentado, haciendo que China ya no sea competitiva en el atributo “mano de obra barata”, sus fundamentos hoy apuntan a un desarrollo tecnológico fantástico.

China ha mantenido varias asociaciones con países africanos, ¿no puede esto conducir a una especie de trampa de la deuda, como hemos visto en la relación entre África y Europa Occidental?

No debemos olvidar que se trata de relaciones entre espacios nacionales. China no impone el endeudamiento, sino que encuentra a las autoridades nacionales en condiciones de establecer o negociar condicionalidades. En este caso, la principal trampa no es la deuda sino, como diría el maestro Celso Furtado, el subdesarrollo.

China ha puesto en marcha un ambicioso proyecto, que pretende establecer nuevas alianzas y ampliar la presencia del país en la economía mundial, conocido como la Nueva Ruta de la Seda, ¿cómo ve el profesor este proyecto y cuáles son sus repercusiones para el futuro?

El Belt and Road Iniciative es un proyecto extremadamente ambicioso del gobierno chino, especialmente orientado hacia Eurasia. Ciertamente, la escalada de conflictos y la postura de EEUU, tienden a poner obstáculos en el camino de la iniciativa. Está claro que EEUU hará todo lo posible por destruir las ambiciones internacionalistas chinas. Cabe destacar que China propone un tipo de relación de colaboración económica que EEUU solo practicó en la época posterior a la Segunda Guerra Mundial con el plan Marshall, pero ya no está dispuesto a hacerlo: su poder se ejerce por la vía militar, las guerras híbridas y, lo que algunos analistas denominan la «bomba del dólar». Dentro de una nueva espacialidad institucional Sur-Sur, iniciativas como el BRI y los BRICS son opciones estratégicamente importantes para países como Brasil y Argentina.

¿Cómo caracterizaría las relaciones Brasil – China en la actualidad?

El actual ciclo de gobierno ha sido nefasto en materia de relaciones exteriores y política exterior. Particularmente con China, fue casi vergonzoso el nivel primitivo que prevaleció. En este sentido, los chinos, apoyados en su longevidad, son capaces de esperar (y durante mucho tiempo) a que se produzcan cambios, manteniendo la importancia estratégica de socios potenciales. Es muy importante recuperar la capacidad de implementar políticas multilaterales y aprovechar las múltiples contradicciones del actual escenario internacional.

A través de distintos medios y por distintas razones circulan diversas informaciones sobre China que tratan de desacreditar al país, especialmente en relación con el trabajo. ¿Podría comentar un poco lo que piensa al respecto?
Nadie debe esperar gran cosa de las actuales plataformas productivas, especialmente en lo que se refiere al mundo del trabajo. El gobierno chino está trabajando arduamente para construir una estructura pública de salarios indirectos en forma de seguridad social universal y de calidad, los resultados en la reducción de la pobreza extrema también tienen mucho que ver en eso. Es mucho más aconsejable asumir la enorme complejidad de los procesos que tienen lugar en China, que caer en clichés desacreditadores.

¿Cómo valora el tratamiento de estos temas por parte de los medios de comunicación brasileños? ¿La imagen de China ofrecida por el periodismo brasileño se corresponde a la realidad?

Se trata de una cuestión muy delicada, no solo en Brasil sino en toda América Latina. Volviendo a Brasil, desgraciadamente, como lector obsesionado por la información, tengo la sensación de que hace mucho que los medios de comunicación no se interesan por desvelar la realidad nacional e internacional. Su apego al neoliberalismo económico va en contra de lo que muchos países capitalistas han llegado a descubrir durante la pandemia: sí, es necesario acabar con el mantra de la austeridad e inyectar dinero en la economía, en la gente, y mantener sólidos sistemas de salud pública. A los medios de comunicación no les interesa mostrar aspectos de la vida, del día a día, en China.

¿Hemos visto que China ha sido uno de los países con mejores resultados en la lucha contra la pandemia del covid-19? En su opinión, ¿a qué se debió este impacto? ¿Cómo veía la población las medidas de restricción sanitaria?

Todos los sanitaristas y epidemiólogos señalan que en una epidemia es necesario tomar medidas extremas de control de la población, similares a una «economía de guerra», para evitar la propagación del virus. En este sentido, este aspecto explica la forma como el gobierno chino afrontó la pandemia: no hubo vacilaciones en cuanto a la decisión de llevar a cabo un lockdown. Al mismo tiempo, puso rápidamente a disposición unidades sanitarias para los más variados tipos de hospitalización, incluidas las UCI. Por otro lado, a pesar de sentir los efectos negativos de la recesión económica, procuró el sustento material de la sociedad. Cabe señalar que en ningún lugar del mundo la población acepta la restricción de movimientos sin mayores problemas. Los nuevos brotes en Shanghai demostraron que la población no aceptaba las medidas de aislamiento. Por último, se puede decir que, en general, la población asiática es más disciplinada que la occidental y que países como Singapur, Corea del Sur y Japón han seguido caminos similares al chino.

Además de estudiar el país, también ha intentado conocer la cultura china. En su opinión, ¿existe alguna relación entre este tema y el desarrollo chino que hemos visto en las últimas décadas?

Ciertamente, el éxito o el fracaso de un país en relación con sus trayectorias están estrechamente ligados al legado cultural que puede explicar una parte importante del comportamiento social. Un sabio como Confucio, anterior a la era cristiana, sigue siendo actual y permite explicar muchas de las vicisitudes del mundo chino.

El actual sistema político y económico chino nació en una época de grandes conflictos y está marcado por la victoria de la revolución china, que tuvo un fuerte carácter anticolonial y nacionalista, además de la defensa del socialismo. ¿Cómo ve el papel de este periodo en la evolución que vemos hoy?

Creo que a lo largo de las últimas preguntas hemos ido arrojando luz sobre estas cuestiones, pero en cualquier caso, merece la pena señalar que la revolución ha hecho posible el ejercicio de la soberanía y el desarrollo de un proyecto nacional a largo plazo. Las bases socialistas permiten conectar la centralidad del partido con la necesidad de atender las demandas sociales. Esto, por supuesto, no elimina la enormidad de los conflictos que plantea a diario una sociedad numerosa y envejecida, que expresa los matices de una problemática social en rápida evolución.

¿Desde la revolución es posible ver diferentes fases del desarrollo chino? En su opinión, ¿se trata de un proceso unitario o ha habido cambios significativos de orientación?

Hubo muchos cambios de orientación e intensas luchas entre los diferentes grupos políticos. Después de Deng Xiaoping, se produjo un cambio drástico en lo que para los incautos sería la derrota de la revolución frente al capitalismo. Deng se enfrentó a los radicales (que habrían llevado a China a un colapso como el de la URSS) y a los conservadores, que lo consideraban un traidor de los ideales maoístas y de la revolución. Pero advirtió que el socialismo no podía sostenerse distribuyendo la pobreza, que era necesario aumentar la riqueza per cápita. Los numerosos cambios que se han producido hasta ahora muestran un proceso de desarrollo con una enorme capacidad de innovación institucional sin abandonar las directrices del proyecto nacional.

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